domingo, 5 de diciembre de 2010

Ultimos días en Mc Donalds

Hoy es día de trabajo. La rutina es simple: fichar, ponerse en la caja y encargarse de cientos de pedidos hasta la hora de salir o en su defecto hasta la hora de la pausa. Puede sonar exagerado pero cuando digo cientos es cientos. No hay pausa entre un pedido y otro, estas apuntando el pedido del cliente siguiente cuando el anterior aún no ha cogido la bandeja y no es raro encargarse de mas de un pedido a la vez. Porque, y eso hay que decirlo, todo es en apariencia muy sencillo hasta que empiezan a faltar cosas: entonces hay una cola de siete u ocho personas enfrente de tí y al lado dos clientes que no entienden por qué tarda tanto en hacerse el Royal Deluxe o el Petit Wrap o una simple hamburguesa con queso. "¿Acaso han ido a sacrifica a la vaca?" Pues ni idea señor, no se que habra pasado en cocina pero por mucha prisa que me meta no va a estar antes su pedido.

A eso hay que añadirle que siempre falta algo. Una semana tuvimos estropeada la máquina de helados, dos no había nada royal, un día se acabó la carne de hamburguesa y solo había cosas royal, la ensalada es misión imposible, no hay casi nunca, y a veces, en horas de máxima afuencia, hay que esperar incluso para servir las patatas.

Luego están los clientes extranjeros o difíciles de entender. Y con estranjeros quiero decir RUSOS prácticamente. Los del Mediterráneo (Italia, España, Portugal, dos o tres griegos) o de Latinoamérica me los dejan todos a mi, les hablo en español o una mezcla extraña que he ido aprendiendo (patatine, per portare via, croquete di polo,...) y por lo general son simpáticos, agradecen que les hables en su lengua o algo similar y muy importante: se muestran muy comprensivos. Anglosajones y europeos occidentales perfe, tampoco hay problemas. Arabes, indios, chinos o japoneses cuesta entenderlos pero son muy pacientes y es fácil tratar con ellos. Pero los rusos... ¡Los rusos son un mundo aparte! Hay dos tipos, los que hablan un inglés realmente pésimo y los que te hablan directamente en ruso. Se enfadan porque no les entiendes, te meten prisa, te miran de una forma que dan a entender "¿Es que eres idiota?" pero como estás en el trabajo no te queda mas que sonreirles con cara de imbécil, jugar a adivinar que han pedido y esperar que se vayan lo mas pronto posible y no regresen nunca mas.

Pero lo peor son los clientes que llegan cabreados y odiando profundamente al mundo. No son numerosos, por suerte, los días que mas te encuentras con cuatro o cinco. La mayoría son hombres, asiduos del restaurante y que evidentemente han tenido un mal día porque la última vez que lo viste era una persona normal no especialmente violenta. Pero hoy esta cabreado, muy cabreado, y va a aprovechar el poder que le dan sobre tí sus 5'30 e que piensa gastarse en un menú para tratarte como a un saco de basura que no merece vivir y sentirse superior. Gracias a esos clientes puedo dar salida a las monedas de 1 y 2 céntimos, cuya utilidad es nula en un sitio donde todos los precios son redondos (múltiplos de 5). Incluso recuerdo a uno que empezó gritándome y terminó pidiéndome disculpas y contándome que le había ido mal por no se qué historias (no presté atención, la verdad). Eso me hizo ver que si no entras en su juego y te mantienes todo el tiempo siendo amable y tratándolo bien (o sea, ignorándolo y haciendo tu trabajo) terminan por amansarse en mayor o menor medida. Un día los hippies conquistarán el mundo.

Hablaría de mis compañeros pero eso son cosas que quedan de puertas para adentro, digamos simplemente que hay muy buen ambiente en general y que habrá a dos o tres que les eche de menos cuando lo deje. Asi que os dejo con un videoclip de M.I.A. que describe perfectamente el trabajo en la caja de un fast food. Es también la canción principal de la B.S.O. de Slumdog Millionaire.

All i wanna do is
bang, bang, bang, bang
and a
taaa.. cling!
and take your money.


jueves, 2 de diciembre de 2010

Joyeux Noel!


Y ¿lo bien que se siente uno cuando después de días con una piedra atascando el lavabo conseguimos quitarla? Así es, ahora tenemos una preciosa piedra de color anaranjada en nuestra estantería al lado de la ventana. ¿Será una piedra, un trozo de plástico?, ¿qué es? Pues sí, era una piedra, rodeada de un montón de pelos que mejor, no explicar como estaban.
Y, ahora con un problema menos en el que pensar... la lavadora decide dejar de vivir. Adiós pequeña, te echaremos de menos. Aunque... ¡¡¡¡¡devuélveme mi toalla por favor!!!!!
Y como bien ha dicho mi compañero, la nieve continúa cayendo, el frío sigue aumentando y los días pasan. Una época de trabajo, patatas fritas y hamburguesas gratis llega casi a su fin y ambos contentos levantaremos triunfantes los beneficios.
Feliz Navidad París, feliz navidad Pelagos, feliz navidad buhardilla, feliz navidad planta (sobrevive por favor).

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Tombe la neige

Por supuesto han pasado cosas mas interesantes en el piso estos dias que merecen un post. La nieve, el trabajo, los examenes, la visita a las galerias La Fayette,... No llevo ni tres meses y me encuentro tan bien instalado que parece que viviera aqui desde hace mas tiempo. No esperaba nada de Paris al llegar, ni siquiera pensaba estar aqui la primavera pasada, y aunque no estoy sorprendido si que puedo decir que la ciudad me ha gustado, me he acostumbrado a comer en el horario frances, a salir a la calle y ver los tejados grises, a encontrar tiendas a buen precio con cosas preciosas que no habia visto antes, a ver caer la lluvia o la nieve o aprovechar un bonito dia de sol, a vivir a dos. La playa queda lejos y hace frio pero hay cafes y una bonita casa en la que refugiarse cuando hace frio. En la que hacer fiestas y cenas con amigos. En la que estudiar. En la que soñar.

Dentro de 17 dias volveré a Madrid y sé que echaré de menos escuchar canciones que jamás había escuchado o pasear por Montmartre en medio de una nevada. La nieve y mi compi. Y pensar que eran las dos cosas que me daban mas miedo, sobre todo despues de vivir 3 años al sur del sur, al lado del mar. Pero es imposible no sentirse bien cuando ves cayendo esos copos blancos, delicados, que se deshacen en la mano cuando los intentas atrapar y que sin ebargo uno de estos días dejarán una manta de armiño en la entrada.

Pajilleitor plus

Cortesia de Carola y Rosa